1 de noviembre: me levanto, no puedo dormir, a pesar de que ayer tomé un tranquilizante para poder descansar un poco. Me hago una infusión relajante, mientras se prepara salgo a la terraza y miro el mar, que otras veces consigue serenarme, pero hoy el viento fuerte provoca oleaje y desasosiego, ese mismo que a mí me está destrozando por dentro. Enciendo el iPad, entro en facebook como por inercia, aparece una foto, mis recuerdos de hace tres años, yo muy sonriente y arriba el nombre de una
calle: Amargura (qué ironía), de un viaje hace tres años a Cáceres.
Quizás tocaría, como otras veces, hacer
balance de octubre, tal como lo hice de septiembre, y os mentí. Sí, os mentí, u omití la verdad, porque lo mejor de septiembre fueron las dos rayitas rosas que una tarde de principios de mes tiñeron el test de embarazo. Nuestra reacción fue de alegría contenida, incertidumbre y miedo, aunque la ilusión pudo más. Al día siguiente estábamos en la consulta del ginecólogo porque había que empezar tratamiento: adiro, progesterona y femibión, y dado que empecé manchando un poco reposo relativo. A los pocos días, tras otro leve manchado, nos plantamos en urgencias, confirmaron que todo iba bien, me elevaron la dosis de progesterona y a casa, más reposo y empezando como estaba el curso, baja laboral. Como soy muy obediente y quería que esta vez todo marchase bien hice caso en todo, quizás demasiado, me decían.
Así fueron pasando los días, se acabó el manchado (que fue bastante ligero y nunca fue sangre), busqué una psicóloga que me ayudara a sobrellevar este miedo y angustia mejor, y la cosa marchaba. En la ecografía de las 7 semanas iba cagadita de miedo, pero salimos supercontentos con una fotito de nuestro bichillo, sus medidas y viendo como latía su aún pequeño corazón. "Está bien agarradito, todo está como debe estar, así que en un mes la próxima cita". Esto me angustió bastante, pero el ginecólogo me dijo, "ya sabes donde estoy, y tienes el teléfono también, si te angustias, tienes ansiedad, o te preocupa algo, ante lo más mínimo te vienes o me llamas", y además en dos semanas tenía que pasar por el mismo hospital a hacerme las analíticas del primer trimestre. Ese día ví al doctor, pero todo iba bien, no hizo falta decir nada.
Cada día más contentos e ilusionados, yo con mis miedos, porque después de perder dos embarazos son inevitables, pero repito, la ilusión fue siempre mayor que el miedo. La psicóloga me estaba siendo de mucha ayuda, incluso me ponía deberes que he cumplido, para distraerme, para no dar vueltas a la cabeza. Tuve mi última cita con ella el pasado jueves, antes de que el viernes tuviéramos la ecografía de las 12 semanas, al fin, aunque cumpliríamos 12 semanas justamente hoy. Y ni en la peor de mis pesadillas (que fueron muchas en los primeros días) podía anticipar o imaginar lo que pasaría.
Me tumbé en la camilla, me dijo "prepárate, te la hago primero por arriba y luego por abajo", antes que te pesen. Así fue, con lo da arriba y abajo, se refería a abdominal y vaginal. Mi costillo estaba a mi lado en todo momento, yo estaba muy nerviosa, me apretaba fuerte la mano y me acariciaba. Cuando volvió el gine, puso el ecógrafo en mi barriga, yo no veía nada, creí que era fruto de que yo no sabía ver nada, expresé en voz alta que yo no veía nada, y el gine respondió "yo, tampoco", en ese momento me iba haciendo pequeñita en la camilla y me asusté, pero me dijo "espera, vamos a ver por abajo", y ahí entre su cara de desconcierto y que seguíamos sin ver nada, me quería morir. Buscamos y buscamos, y lo encontramos, se había parado, al parecer hacía alguna que otra semana (no lo sé con exactitud, porque todo fue muy rápido). La cara de desconcierto del médico, de la enfermera, de mi costillo, y yo que sólo quería bajar de la camilla, vestirme y llorar. Desde entonces y hasta hoy no he podido parar.
A todo esto siguió tramitar autorizaciones, unas pruebas de preoperatorio, ingreso y legrado terapeútico. Entré al quirófano dando botes, no era capaz de controlar mis piernas, a pesar de los tranquilizantes que me habían dado. Duró poco, 5 minutos, no me enteré de nada, anestesia general, de la que desperté muy pronto y aturdida, dada la hora, pasaría la noche (la peor de mi vida) en el hospital. Y ahora, aqui estamos, llegamos a casa ayer a mediodía, estamos destrozados, hechos polvo, y no hay consuelo que valga. Ahora mismo lo veo todo negro, sigo sin ser capaz de hablar con nadie, a pesar de que mis amigos más íntimos se han puesto en contacto conmigo, porque yo les avisé.
Nuestras familias y muchos amigos cercanos no saben nada, estábamos esperando esa eco de las 12 semanas para darles la noticia y enseñarles a nuestro bebé. Ninguno de los dos podía esperar un final como éste.
Yo tenía prevista una entrada muy diferente a ésta, para daros la noticia, la iba a escribir el viernes por la tarde. He ido escribiendo un diario cada día, le ponía música a mi bebé, que hacía semanas que se había ido.
Lamento esta entrada tan triste, pero ahora mismo es mi único desahogo, junto a mi costillo, que no sé si esta vez está incluso peor que yo.
Esto se hace muy difícil, me siento dando palos de ciego, y entre tanto hemos dejado de vivir. Hemos supeditado muchas cosas a esto, sin importarnos, porque el deseo de ser padres es grande. Pero entre medias hemos ido perdiendo muchas cosas. Hace mucho que no salimos, no vamos al cine, hemos cancelado viajes por si acaso, no hacemos senderismo y salidas al campo, y hemos decidido que necesitamos recuperar nuestra vida anterior, volver a ser una pareja con planes, con proyectos, mucho más allá de la maternidad/paternidad. No significa que abandonemos, aunque quizás la naturaleza (esa que dicen que es tan sabia) me esté dando avisos de que abandone esta lucha, no lo sé. Hace un año ahora que me operé del septo, que a priori, era el único obstáculo.
Ahora mismo no tengo consuelo, no soy creyente, la gente me dice que confíe en dios, pero entenderéis que no pueda, no quiero molestar a nadie con mis comentarios al respecto. La única confianza la deposito en la ciencia y en nosotros.
Creo que no os lo conté, pero en junio visitamos una clínica de fertilidad, y les llevamos todo el arsenal de pruebas que tenemos, me hicieron una revisión muy completa y exahustiva, y nos dijeron que estaba todo bien, y que logro embarazarme, que lo único por si no quería esperar podíamos hacer una fiv, pero el doctor me dijo que podía esperar unos meses, eso me dio seguridad, calma, tranquilidad, unido a las vacaciones, la relajación y que nos olvidamos de relaciones planificadas, y el milagro se produjo, pero la dicha me ha durado apenas 12 semanas.
Ayer la doctora que me practicó la intervención y me dio el alta me habló de algunas posibilidades, como tratamiento con heparina, pero digo yo, por qué no me lo han dicho antes, puestos a probar mejor desde el principio, o van a esperar a ofrecerme algo distinto en cada pérdida.
En fin, toca pasar el duelo, esta vez más doloroso que nunca, he tenido un aborto espontáneo, un aborto bioquímico y éste último, un aborto diferido, que es sin duda el peor de todos. Ahora mismo me parece que no voy a ser capaz de salir adelante, pero sé que al final todo acaba pasando, terminaré por tener un máster en eso que llaman resilencia. Ahora me veo incapaz de retomar mi vida laboral, de ver a mi familia, de hablar con mis amigos...sé que es muy reciente, aún no han pasado ni 48 horas, pero es el trago más difícil por el que haya pasado nunca.
Sumado a todo esto, sigo teniendo síntomas de embarazo que aún no se han ido de mi cuerpo, vientre hinchado, pechos doloridos y algo de náuseas, lo cual ayuda más bien poco.
Quiero que termine este año, que ha sido nefasto, aunque bien sabéis que he intentado sacarle el lado positivo. Empezó con mi padre muy grave, estuve a punto de perderlo, y va terminando con este palo tan grande que me vuelve a dar la vida. Siento rabia, dolor, estoy enfadada con el mundo, pero sé que de ésta también saldré, o eso espero.
El balance 3 embarazos - 0 hijos me parece desgarrador.
Un abrazo y gracias a los que estáis al otro lado de la pantalla. Es la única forma de desahogo de la que soy capaz en este momento, aunque a veces lo pienso y me diga, cómo puedo colgar estas palabras en un espacio público y ser incapaz de hablar con mis amigos.